jueves, 14 de agosto de 2014

¿Se necesita de expertos en los altos cargos públicos?


Aunque en sus 21 años de funcionamiento el Ministerio de Ambiente ha contado con expertos como Manuel Rodríguez Becerra, esa cartera parece estar condenada a ser dirigida por abogados, periodistas y ahora vendedores (Gabriel Vallejo, nuevo ministro de Medio Ambiente, es especialista en mercadeo). Los ministerios son cargos que, aunque esencialmente políticos, requieren conocimientos técnicos especializados. Esa realidad se reconoce en ministerios como Hacienda (no me imagino al presidente Santos escogiendo, por decir algo, a un especialista en literatura hispánica para elaborar el presupuesto de la Nación) pero se olvida cuando se trata de carteras como Ambiente, quizá porque son el “patito feo” del gobierno, o porque nuestros presidentes temen no poder manejar a su antojo a alguien que realmente sepa del tema. Algo similar pasa en Colciencias, una entidad que sin ser ministerio es la encargada de orientar la investigación científica en el país: una especialista en estudios de guerra, quien reemplaza a una ingeniera industrial, asume su dirección. Y ni hablar de la desastrosa María Fernanda Campo (también ingeniera industrial) al frente de Educación durante el primer periodo de Santos.

‘¿Y cuál es el lío?’, lo que importa es que tengan capacidad gerencial’, podría decir alguien. Ha hecho carrera la perniciosa idea de que no necesitamos políticos sino gerentes, en la medida en que la política se considera equivalente de la administración. Y claro, nadie puede negar que decidir los destinos de la salud, la educación, la ciencia o el medioambiente requiere de habilidades administrativas; sin embargo, como los países no son corporaciones, los altos funcionarios necesitan de experticias específicas para tomar decisiones que van más allá de las posibilidades o restricciones presupuestales: pensar el futuro de las áreas protegidas en el posconflicto o el equilibrio entre la investigación básica y la aplicada, solo pueden hacerlo bien quienes conocen las características del medio ambiente colombiano o del Sistema Nacional de Ciencia y Tecnología, no los “gerentes”. Y, por supuesto, tampoco basta con el conocimiento técnico; para tomar ese tipo de decisiones es indispensable poseer una ‘visión política’ del sector (una idea clara de la orientación que quiere dársele: qué se va a privilegiar y qué no, qué se está dispuesto a negociar y con quienes, etc.), cosa que se adquiere con la experiencia y que, por lo menos por sus perfiles, no poseen ni el nuevo ministro de Ambiente ni la nueva directora de Colciencias.

Lo anterior no implica que los biólogos o los ingenieros ambientales deban estar frente al Ministerio de Ambiente o que los científicos (naturales o sociales) deban manejar Colciencias, por lo menos no necesariamente. Se trata más bien de que esos cargos los asuman personas con un perfil adecuado: capacidad administrativa, sí, pero también conocimiento técnico y visión política. No obstante, eso no será posible mientras los ministerios sean, junto con otros cargos, un simple pago por favores políticos (ya vimos los malabares que hizo Santos para poder pagar sus cuantiosas deudas de campaña: a los conservadores, a los liberales, a los costeños y a un largo etcétera). Y tampoco será posible mientras ciertos sectores (ambiente, educación, ciencia) sean o el “patito feo” y/o el objeto de intereses tan poderosos, que sea mejor nombrar a un títere sin perfil que a una persona con la preparación y la experiencia adecuadas.