jueves, 14 de agosto de 2014

¿Se necesita de expertos en los altos cargos públicos?


Aunque en sus 21 años de funcionamiento el Ministerio de Ambiente ha contado con expertos como Manuel Rodríguez Becerra, esa cartera parece estar condenada a ser dirigida por abogados, periodistas y ahora vendedores (Gabriel Vallejo, nuevo ministro de Medio Ambiente, es especialista en mercadeo). Los ministerios son cargos que, aunque esencialmente políticos, requieren conocimientos técnicos especializados. Esa realidad se reconoce en ministerios como Hacienda (no me imagino al presidente Santos escogiendo, por decir algo, a un especialista en literatura hispánica para elaborar el presupuesto de la Nación) pero se olvida cuando se trata de carteras como Ambiente, quizá porque son el “patito feo” del gobierno, o porque nuestros presidentes temen no poder manejar a su antojo a alguien que realmente sepa del tema. Algo similar pasa en Colciencias, una entidad que sin ser ministerio es la encargada de orientar la investigación científica en el país: una especialista en estudios de guerra, quien reemplaza a una ingeniera industrial, asume su dirección. Y ni hablar de la desastrosa María Fernanda Campo (también ingeniera industrial) al frente de Educación durante el primer periodo de Santos.

‘¿Y cuál es el lío?’, lo que importa es que tengan capacidad gerencial’, podría decir alguien. Ha hecho carrera la perniciosa idea de que no necesitamos políticos sino gerentes, en la medida en que la política se considera equivalente de la administración. Y claro, nadie puede negar que decidir los destinos de la salud, la educación, la ciencia o el medioambiente requiere de habilidades administrativas; sin embargo, como los países no son corporaciones, los altos funcionarios necesitan de experticias específicas para tomar decisiones que van más allá de las posibilidades o restricciones presupuestales: pensar el futuro de las áreas protegidas en el posconflicto o el equilibrio entre la investigación básica y la aplicada, solo pueden hacerlo bien quienes conocen las características del medio ambiente colombiano o del Sistema Nacional de Ciencia y Tecnología, no los “gerentes”. Y, por supuesto, tampoco basta con el conocimiento técnico; para tomar ese tipo de decisiones es indispensable poseer una ‘visión política’ del sector (una idea clara de la orientación que quiere dársele: qué se va a privilegiar y qué no, qué se está dispuesto a negociar y con quienes, etc.), cosa que se adquiere con la experiencia y que, por lo menos por sus perfiles, no poseen ni el nuevo ministro de Ambiente ni la nueva directora de Colciencias.

Lo anterior no implica que los biólogos o los ingenieros ambientales deban estar frente al Ministerio de Ambiente o que los científicos (naturales o sociales) deban manejar Colciencias, por lo menos no necesariamente. Se trata más bien de que esos cargos los asuman personas con un perfil adecuado: capacidad administrativa, sí, pero también conocimiento técnico y visión política. No obstante, eso no será posible mientras los ministerios sean, junto con otros cargos, un simple pago por favores políticos (ya vimos los malabares que hizo Santos para poder pagar sus cuantiosas deudas de campaña: a los conservadores, a los liberales, a los costeños y a un largo etcétera). Y tampoco será posible mientras ciertos sectores (ambiente, educación, ciencia) sean o el “patito feo” y/o el objeto de intereses tan poderosos, que sea mejor nombrar a un títere sin perfil que a una persona con la preparación y la experiencia adecuadas.     

domingo, 31 de marzo de 2013



LAS CIENCIAS SOCIALES Y LOS TRES CAÍNES. UNA REFLEXIÓN SOBRE LA IDEA DE “PÚBLICO DEFICITARIO”

Un tema al parecer alejado de la relación entre ciencia y participación social, pero en el fondo bastante cercano. Las críticas reiteradas y las peticiones insistentes para sacar del aire los "Tres Caínes" pasan por un tema relevante desde esta perspectiva: la forma en que desde la academia -concretamente los departamentos de Ciencias Sociales- se concibe al público y sus capacidades de recepción de información. Antes, una convicción personal: en materia de censura, o se defiende la libertad de expresión para todos los actores sociales o debe aceptarse que también se comparten las afinidades del "censor", solamente que de forma selectiva (me pregunto si aquellos que piden que la serie salga del aire no son parte del mismo sector social y cultural que estaba furioso porque el procurador quería censurar aquellas fotos "blasfemas" de la revista SoHo).

Ahora sí. El público. El público vilipendiado y subestimado por toda clase de expertos, considerado carente de bases para interpretar lo que ve o como dice un amigo mío, como "un receptáculo vacío para llenar de conocimiento". Esta visión no es exclusiva de aquellos intelectuales que se rasgan las vestiduras cada vez que se emite una narconovela, sino que es parte de la forma en que se ha construido la ciencia en el occidente moderno. Los científicos tienden a pensar que la construcción de la ciencia y su divulgación/popularización/apropiación son procesos radicalmente distintos, que el primero es básicamente inequívoco y libre de influencias sociales, políticas y económicas, y que por ende si hay problemas en el segundo, estos ocurren básicamente por ignorancia y miedo del público frente a verdades que sacudirían su identidad, o debido a que el conocimiento no está siendo comunicado “correctamente”. Sea cual sea el caso se realizan interminables cursos, capacitaciones e intervenciones públicas para explicar a las personas la versión “correcta” de la realidad –aquella que no hiere la sensibilidad de los científicos- y hacer así que adopten determinados valores morales. Para quién crea que esto solo ocurre en esos álgidos debates sobre darwinismo en Estados Unidos –en donde se espera convertir en científicos laicos a protestantes del partido republicano- que revise las dos alcaldías de Mockus o las críticas a las narconovelas.

Todo esto para decir que el rechazo que Los Tres Caínes genera entre los científicos sociales del país –buena parte de ellos- tiene que ver con el convencimiento de que el público, en materia de conflicto armado e historia colombiana, es básicamente “deficitario” (en el campo de Estudios Sociales de la Ciencia así se denominan las concepciones que desestiman la agencia del público al relacionarse con la ciencia).

Sobre esta desconfianza en el público televisivo, concretamente en el caso de esta serie, tengo algunas hipótesis: primera, las ciencias sociales son herederas de una concepción elitista de la cultura y así DeCertau, Martín Barbero y Canclini, para mencionar algunos, hayan contribuido a quebrantarla y ahora sea común, en los trabajos de sociología cultural, rescatar las resistencias de la cultura popular y hacer énfasis en los “usos” de los productos de la cultura de masas, en el fondo dicha noción elitistas es parte de un habitus académico bastante arraigado, que aflora especialmente en temas polémicos –mírese la actitud de los intelectuales frente a los corridos prohibidos; segunda, en Colombia la explicación sobre el origen y desarrollo del conflicto armado y las responsabilidades de sus actores son altamente controversiales, por lo que algunos científicos sociales se sienten amenazados cuando una serie televisiva –un producto cultural que consideran inferior- promueve una versión (los paramilitares como simples autodefensas campesinas para hacer frente a la guerrilla, que luego se desviaron de su propósito inicial) que impugna la propia (los paramilitares como grupos que desde sus inicios estaban ligados al impulso del narcotráfico y no tenían fines altruistas), pues se teme que la primera termine imponiéndose[1]; tercera y última, que esta multiplicidad de versiones no es simplemente retórica, sino que está encarnada en años de violencia que han polarizado al país, pero no solamente a sus intelectuales y políticos, sino a la ciudadanía en general[2], lo que hace que no se trate simplemente de un tema cognoscitivo sino también moral y emocional, que por ende no puede zanjarse con la afirmación tajante de una supuesta ignorancia que llevaría a la recepción acrítica de contenidos.

En este caso como en otros se sobreestima el efecto de la TV en el público, desestimando por eso mismo sus saberes y vivencias, tal como lo hacen otros científicos en temas como el aborto, la eutanasia, el uso de transgénicos o la enseñanza de la evolución. Muchas personas defienden, más o menos soterradamente y a pesar de sus atroces crímenes, a los paramilitares, no porque RCN haga una serie sobre ellos, sino porque de acuerdo a su conocimiento –que bien puede provenir de los medios, de la historia oral, de sus propias experiencias- y su propia relación con el conflicto armado las acciones de estos tienen justificación. Si para las clases populares Pablo Escobar o los Castaño son heroicos no es porque lo digan en TV, sino porque en este país, donde la movilidad social es una idea fantasiosa, personas que al margen de la ley – Ley que representa a un Estado del que se desconfía y al que se teme- logran ascender socialmente y adquirir poder político –manipular y/o someter a ese Estado temido y poco confiable- se convierten en arquetipos, pero no por una Todopoderosa y malévola influencia mediática; al contrario, tanto esas historias televisivas como los narcorridos tienen poder cultural porque existen elementos previos que permiten una recepción y apropiación favorable de sus contenidos.  

Tanto en las ciencias “duras” como en las “blandas” es necesario superar las concepciones deficitarias del público, pues por lo general estas implican atropellos –bien se trate de los médicos que quieren vacunar a la fuerza a comunidades indígenas o los ingenieros y economistas que no entienden las razones de los campesinos para no usar semillas transgénicas. Este no es propiamente el caso, se me dirá, pues el actor social es poderoso (un canal multimillonario), y sí, es cierto, pero lo que se desconocería de clausurar la serie es una versión sobre la historia del conflicto armado que, gústenos o no, comparte una parte considerable de la población colombiana, muchos de ellos campesinos o descendientes de campesinos que han sido víctimas del otro lado, de las diferentes guerrillas que ha tenido Colombia.

Que la serie es mala, sí, como todo lo que hace RCN, pero creo que la forma más imaginativa de hacerle contrapeso no es por medio de la censura. Con la violencia en televisión, especialmente en casos tan complejos como los del conflicto armado, puede ser útil el ejemplo de la pornografía: muchas feministas han descubierto que es mejor contraponer otras imágenes, otro tipo de representaciones eróticas, a esas consideradas patriarcales y ofensivas, que tratar de silenciarlas legalmente -en este caso se acude a la idea de responsabilidad empresarial. Más que reclamos airados lo que debe suscitar esta serie y su recepción en el público es un ánimo de investigación; un campo fértil para analizar las potencialidades y dificultades de este proceso de paz y los que vengan, pero no solamente eso, sino para analizar la forma en que las ciencias sociales conciben a los “públicos” y desarrollar formas alternativas de debatir asuntos tan complejos, de crear espacios públicos de debate e intercambio de saberes y experiencias sobre estos temas. Una labor para las ciencias sociales en Colombia, especialmente para quienes nos interesamos en la sociología de la ciencia.




[1] A esto se suma la representación negativa que la serie hace de las ciencias sociales o por lo menos de algunos de sus miembros, como cómplices de la guerrilla.
[2] Son entendibles los reparos a la forma en que la serie representa la academia, teniendo en cuenta que muchos científicos sociales de izquierda han sido asesinados por paramilitares o por el Estado y son frecuentemente señalados de “terroristas”, es decir, de no pertenecer a la élite neutral de la ciencia sino de ser victimarios en el conflicto del que han sido víctimas. 

martes, 31 de julio de 2012




             ¿PARA QUÉ LAS EXPERTICIAS EN UN CASO COMO EL DEL CAUCA?


Si algo me queda claro con lo acontecido en el Cauca es que es la ubicación geográfico-temporal arbitraria es una de las formas más sofisticadas de dominación que existen: consiste en relegar a ciertos actores sociales, como los indígenas, a un tiempo primitivo y un espacio exótico, recondito, casi mágico, denominado genéricamente la "selva". Para las élites de nuestro país, pero también para muchos ciudadanos de a pie, los indígenas lucen muy bien en un Museo Antropológico o en una excursión eco-turística, pero no recuperando haciendas, tomándose la panamericana o sacando a los actores armados de su territorio; el racismo no se manifiesta únicamente a través de comentarios criminales como los que aparecieron en los foros de opinión de los periódicos, en los cuales se pedía bombardear los resguardos en el Norte del Cauca, sino en aquella actitud que exotiza al "otro", convirtiendolo en un objeto "sagrado" que no pertenece ni a nuestro tiempo ni a nuestro espacio, sino que es presentado como poseedor de una conexión primordial con la madre-tierra o el cosmos, desconociendo que más que eso son actores sociales con luchas políticas concretas.

Por supuesto, los nuevos hippies no son los únicos ni los más peligrosos racistas; para la mayoría de ciudadadanos los indígenas tampoco pertenecen a nuestro tiempo o espacio, pues consideran que están muy bien en sus resguardos, en su "lugar", donde "les corresponde", pero si llegan a actuar, a irrumpir en sus tranquilos mundos (así sea a través de la televisión), entonces llega a la memoria, como en una reminiscencia colectiva, el viejo dualismo "salvaje-civilizado" y salen los indignados a decir "los indígenas no van a hacer lo que se les de la gana" o "a esos hijueputas salvajes hay que controlarlos". Más allá de todos los insultos, el término "salvaje" es especialmente perverso, pues legitima esa separación espacio temporal de la que hablaba; la "selva" deja de ser ese lugar mágico y primordial y se transforma en el origen de seres peligrosos que nos amenazan. Si alguien es "salvaje" su forma de actuar, sus prácticas y sobre todo sus aspiraciones éticas aparecen como inexistentes (son producto de intereses como el narcotráfico) o degeneradas (quieren ser una república independiente), y cualquiera de sus acciones será condenada con particular dureza. Así mismo, las equivocaciones de sus miembros se extrapolarán a toda la comunidad, ¿por qué? Porque en este nivel de razonamiento exótico "todos los indios son iguales", ya se trate de sujetos con bellas vestimentas y dioses magníficos o furiosos seudo-humanos listos a devorar la "civilización". Como ejemplo, hace poco hablaba con alguien que me contaba de unos indígenas del Cauca que habían macheteado a un campesino por no entregarles un burro; lo contaba como si esa historia pudiera definir a todos los indígenas del Cauca, como si no existieran miles de expedientes de personas de otras razas que han cometido crímenes iguales o peores.

Esta dinámica de dominación de la que hablo y que consiste en negarle presente y territorio real a los indígenas, se hizo patente en el oportunismo con el que los medios de comunicación hablaron de la presencia guerrillera y el narcotráfico en el Cauca, presentando como sorpresivos hechos históricos bien conocidos: por ejemplo, que desde hace rato este país tiene regiones donde la guerrilla es más Estado que el Estado o que las FARC reclutan indígenas, muchas veces a la fuerza. Pero, ¿cuando estos medios se tomaron el trabajo de rastrear histórica y territorialmente el conflicto que estaban cubriendo? Muy pocas veces, para ellos los indígenas no tienen territorio ni presente en nuestra sociedad, como si estuvieran ahí desde siempre, de una manera incómoda pero tolerable, mientras no se les ocurra romper la ilusión de la seguridad. Por eso, cuando los periodistas hablaron con los indígenas no encontraron otra forma que el interrogatorio: ¿de que otra forma podían conjurar a esos peligrosos "salvajes"? Usaron de forma despótica el dominio de la palabra, una de las formas privilegiadas en que las élites locales han ejercido, desde la colonia, su pesado poder sobre los no-blancos y las clases populares. Creo que lo que está detrás de esa actitud es un miedo inconsciente: el temor que genera saber que sujetos a los que se piensa sin presente (sin derecho a actuar, a producir "acontecimientos") y sin territorio (se conciben los resguardos indígenas como regalos, como tierra prestada por la cual deberían estar agradecidos), en efecto pueden actuar y defender lo que consideran suyo.

En los medios de comunicación de más amplia difusión parece darse una reticencia a usar experticias que pudieran aclarar mucho de lo que acontece en el Cauca (antropología, ciencia política, geografía), y en lugar de eso se privilegian prejuicios o juicios de experiencia sin mayor sustento: muchas personas solo atinan a decir "indio hijueputa", como si poner la raza antes del insulto le diera fuerza; o a narrar historias personales de desencantos con los indígenas (las dos cosas aparecieron en los comentarios de los foros virtuales de prensa), como si una experiencia particular pudiera definir una comunidad entera.

Esto ocurre, más que por ignorancia, por el predominio de un "régimen de visibilidad" que elimina de los indígenas su carácter histórico y territorial y los condena a ser o "seres de luz" (como diría una columnista del Espectador) o "salvajes" peligrosos, en todo caso ubicados en un tiempo mítico, primordial, sin historia y en un espacio exótico y por ende indefinido (o definido por noticias lejanas acerca de cultivos de coca, que llevan a que ahora todo el mundo se crea experto en ubicación de cultivos de uso ilícito). Para transformar esta "forma de ver" no es necesario viajar al Cauca (sin que no sea importante), ni publicar fotos de animales salvajes y plantas exóticas (como las que he visto por estos días en facebook), ni mucho menos aprovechar la coyuntura para vender chirrinchi caucano (como he visto en otras páginas). Quizá se necesita algo más simple: leer.

Yo no conozco el Cauca pero he tratado de examinar algunas cosas, por ejemplo, informes económicos que muestran que los indígenas no son ningunos terratenientes; o, estudios sobre la vida cotidiana en medio del conflicto armado que ayudan a comprender que la disyuntiva entre "infilitración" y "rechazo" a los actores armados nunca es tan sencilla. Por esa misma razón me parece importante que los académicos expertos en conflicto armado, bien pertenezcan a universidades (públicas o privadas) o a institutos independientes, publiquen material sobre el tema en medios de amplia difusión. Algunos lo han hecho, pero faltan más voces que hagan contrapeso al amarillismo de nuestros periodistas, que alcanzó su máxima expresión en la historia del soldado que lloró cuando los indígenas lo sacaron del Cerro Berlín: las lagrimas de un soldado son indignantes, pero la muerte de dos indígenas es a duras penas un daño colateral que en cierta forma ellos se buscaron, al subvertir el orden establecido. Cuando cuestioné a algunas personas sobre este punto no decían nada sobre los asesinatos sino que repetían el estribillo: "esa zona está llena de drogas", "ellos no tenían derecho a sacar al ejercito". Y bueno, así sea cierto: ¿que tiene que ver una cosa con la otra?, ¿las acciones que no nos gustan merecen la muerte? Al parecer el  Otro, cuando es exotizado, solo puede producir dos emociones: el asombro y la repulsión. La primera provoca excursiones eco-turísticas y un comercio desaforado de manillas, fotos y demás productos neo-hippies, y la segunda condena a muerte.

En fin, se trata de ser capaces de ubicar histórica y espacialmente un conflicto, ayudados por los trabajos que académicos serios han realizado. Por supuesto, la experiencia en campo es invaluable, pero no es fácil para todo el mundo llegar hasta el Cauca y conocer de fuente directa lo que está sucediendo. El conocimiento experto puede ser un mediador entre el prejuicio y la experiencia directa, polos que en términos de debate público terminan siendo excluyentes con el "otro" o los "otros" ("Ellos son unos hijueputas salvajes" o "es que yo si conozco allá..."). Pero más allá del conocimiento experto, yo creo que también se necesita de una actitud ética que puede resumirse en un aforismo que cito libremente: "estar siempre del lado del oprimido, pero sabiendo que está hecho del mismo polvo que sus opresores". Es decir, ser capaces de analizar críticamente el movimiento indígena en el Cauca y otras regiones, teniendo en cuenta que como cualquier movimiento social comete errores y puede ser cuestionado, sin que esto implique ponerse de parte de la "unidad del Estado Nación" (más ficción que otra cosa), del ejercito o de las élites seudo-españolas que gobiernan ese departamento. Mi apuesta sería por un desencantamiento del mundo indígena, basado en diálogos entre ciudadanía, indígenas, gobierno y saberes expertos, mediante los que se pueda romper con el duro y sofisticado racismo exotizante.


miércoles, 11 de abril de 2012

                              EXPERTICIAS Y TECNOLOGÍAS DE LA SUBJETIVIDAD

Nikolas Rose es un académico inglés que ha analizado la relación entre experticias y subjetividades, concretamente para el caso de las ciencias psi (psicología, psiquiatría, psicoanálisis, psicopedagogía). Sus análisis, a pesar de continuar una línea esencialmente foucaltiana, no indagan las instituciones de encierro, sino otro tipo de espacios como las empresas, que hoy día tienden a funcionar en una dinámica pos-disciplinaria: una en la que se gobierna a través de tecnologías que son, al mismo tiempo, flexibles y globales.

Rose nos habla de una "fragmentación de las experticias", un fenómeno ligado al desmoronamiento del Estado de Bienestar y el auge de la gubernamentalidad neoliberal, que implica que los saberes expertos ya no son una suerte de monopolio estatal, sino que se producen y distribuyen en un amplio mercado que permite a los consumidores comprar los que quieran y usarlos de formas híbridas. Un sencillo ejemplo es la salud: durante el auge del Estado de Bienestar el acceso a la medicina era garantizado directamente a los ciudadanos a través de sistemas de seguridad social públicos, cuya financiación dependía de los aportes provenientes del empleo formal, pero hoy día, a pesar de que parcialmente se mantienen esos sistemas, predomina la comercialización de una amplia gama de experticias que los individuos (ahora responsabilizados de su auto-cuidado y supervivencia) deben comprar; la oferta incluye medicinas alternativas (orientales, homeopáticas, indígenas, etc.) y suplementos vitamínicos que no son drogas pero se promocionan como tales (herbalife), pasa por libros de autoayuda (que hablan de salud espiritual, mental y corporal) y programas de televisión donde se ofrecen consejos médicos, y termina con la medicina moderna pagada como bien privado.

Aunque esas experticias no son necesariamente nuevas, la radicalidad del fenómeno tiene que ver con la primacía de experticias fragmentadas y poco institucionalizadas (muchas veces sin relación directa con la academia), y la variedad de prácticas híbridas que surgen de esa amalgama. Hoy día puede ocurrir que alguien acuda al médico de su EPS, tome malteadas de herbalife, consulte al médico naturista de su barrio, e incluso pague por servicios "sobrenaturales" (desatar maleficios de brujería), sin que esta multiplicidad de prácticas le produzca un conflicto de creencias.

Un mercado de creciente expansión es el de las "experticias de la subjetividad", una serie de saberes y tecnologías que sirven para hacer más eficiente la "máquina" humana, que es como se concibe al hombre en las teorías del capital humano (propias del neoliberalismo norteamericano), según lo analiza Foucault en "El Nacimiento de la Biopolítica"; en estas, el sujeto es susceptible de sucesivas modificaciones, mejoramientos, entrenamientos y adquisición de diversos tipos de capital que lo hacen más eficiente y competitivo, pues vive en una sociedad que tiende a desplazar las responsabilidades institucionales al plano de las decisiones y capacidades individuales (las competencias en educación son un buen ejemplo: habilidades flexibles, incorporadas como valor agregado en el individuo, con posibilidad de ser usadas en diversos campos y por supuesto, pagadas por quien desea tenerlas y no garantizadas como derecho). Una característica del gobierno neoliberal, según Foucault, es que toma como figura central de la sociedad a la "Empresa", usándola como una especie de metáfora para interpretar a las demás institucionales (esperando, también, que esas instituciones adopten la "forma-empresa"); el Estado, las instituciones académicas y los individuos mismos deben gestionarse como empresas, o más bien, convertirse en empresas. El "hombre-empresa" es el de las teorías de capital humano y en relación directa, el de las experticias de la "autoayuda", esas que se ahora pululan en TV, páginas de internet, libros, folletos, programas de radio y compañías que ofrecen ayuda en el proceso de convertirse en "empresa". 

La "gestión de sí mismo" es un tipo de experticia fragmentada, sin relación directa con el Estado y que aún así hace parte de las tecnologías de gobierno más contemporáneas. Las personas que adquieren este tipo de saberes llegan a ellos dependiendo de su "trayectoria social", generalmente en un momento de crisis o cambio (muerte de un familiar, quiebra económica, perdida afectiva) en el que se reconfigura la subjetividad, a través de tecnologías de la innovación destinadas al propio ser (bien se trate del cuerpo, la mente, las emociones o todo al tiempo). Un ejemplo de lo anterior es 4life (http://colombia.4life.com/), una compañía distribuidora de suplementos vitamínicos que supuestamente constituyen la síntesis de los "factores de transferencia" encontrados en el  "calostro" de la leche de vaca (los factores serían una fuente de amplias defensas inmunológicas que la vaca pasa a sus crías y que también son aptos para los humanos). Sin embargo, lo interesante no es su producto sino su sistema de distribución: los personas que ingresan a esa empresa compran dos productos (por un valor aproximado de $300.000) y luego deben convencer a otras dos de hacer lo mismo, es decir, ir a la empresa y comprar los productos (la persona no los vende directamente sino que vende la idea de negocios) y así hasta formar una "red" en la que quien consiga más socios obtiene más ingresos, pues recibe una "regalía" (a la manera de los músicos).

Sin embargo, la empresa no vende productos alimenticios sino "libertad financiera". Los socios de la empresa y quienes deseen ir se reúnen una vez por semana, en una especie de convención destinada a aprender como alcanzarla. Durante la sesión, un "socio" experimentado entona un ferviente discurso que combina autoayuda, cristianismo, gestión de negocios y crítica al sistema tradicional de trabajo (las 8 horas diarias, los jefes, los bajos salarios, el desempleo estructural, etc.), y ofrece una alternativa: trabajar con ellos para obtener "libertad financiera", estado que se alcanza efectuando una serie de "prácticas de sí" (concepto de Foucault que engloba las acciones deliberadas para autotransformarse de una determinada manera) que requieren la guía de "maestros" y el uso de "saberes expertos". Las "prácticas de sí" de 4life exigen adquirir consciencia del "pensamiento" y su relación con el "tiempo": para ellos el pasado ata, el presente es lo real y el futuro se subsume en el presente, razones para olvidar el pasado, rechazar las ideas de fracaso y no sentir culpa por los errores (buscan crear una "persona positiva"). Su guía es el "programa educativo", una serie de talleres y lecturas que enseñan técnicas de superación personal y habilidades financieras que, puestas en práctica, llevarían a tener éxito en el "mercadeo en red" (logrando ser ellos mismos, con el tiempo, personas capaces de guiar a otras en este camino). Y sus reuniones se parecen, en el uso de "testimonios" para probar la efectividad del producto y el negocio, en el discurso de quién enseña, y en el efecto que este produce en los asistentes, a una Iglesia Carismática. 4life combina capacitación financiera y prácticas de sí, creando una institución que es al mismo tiempo "iglesia" (entrevistando a algunos de sus miembros, apareció la idea cristiana de la salvación: salvar a las personas de sus vidas sin sentido) y "empresa", una donde también se usan diversos tipos de saberes para apoyar su discurso (medicina, psicología, autoayuda y nuevo management).

Pero bueno, ¿cuales son las experticias y las tecnologías aquí? ¿acaso el producto ofrecido y su marketing?, ¿la organización económica de la empresa? ¿quizás la autoayuda como saber fragmentario? Todas y ninguna en sí misma. No es un artefacto específico sino una forma de disponer, ordenar, jerarquizar y organizar objetos y sujetos. La tecnología en cuestión es la capacidad de combinar discursos, instituciones, espacios físicos y diferentes experticias y prácticas de sí (tecnologías del yo) para producir un tipo de sujeto: el "hombre-empresa". Ese que posee un capital humano incorporado (competencias financieras, de relaciones interpersonales, de gestión de los otros y de sí mismo) y cuyo anhelo es la búsqueda de "libertad financiera", un deseo que lo conduce a sentir como propios los fines corporativos. Sofisticada forma de afianzar el poder: el "hombre-empresa" (el socio de 4life) lucha por la "libertad financiera" y al mismo tiempo crea un sentido para su vida (no solo vende, ayuda a otros, los "salva"). Un consumidor que es al mismo tiempo productor de su propia satisfacción. Esa es la utopía neoliberal. 

miércoles, 25 de enero de 2012

CONTROVERTIR UNA MEDICIÓN O DE COMO LOS NÚMEROS NO ESTÁN MÁS CERCA DE LA VERDAD

Algunas de las entradas de este blog girarán en torno al tema de los conflictos socio-ambientales de la zona rural de Ciudad Bolívar, pues allí estoy desarrollando la investigación para mi trabajo de grado como sociólogo; en esta, quise concentrarme en el problema de las mediciones y las controversias que suscitan, analizando una específica, que tuvo lugar cuando se generó una alarma por presencia de mercurio en los acueductos de las veredas Mochuelo Alto y Bajo. Antes de pasar al caso concreto es importante plantear una pregunta: ¿son las mediciones más objetivas que otras tecnologías de investigación? Muchas personas piensan que sí, creen que los números de alguna forma son datos más sólidos, menos subjetivos que por ejemplo los obtenidos en entrevistas o por medio de análisis del discurso. Lo que intentaré mostrar es que en las mediciones, como en cualquier otra forma de indagación de la realidad, está en juego la movilización de intereses de actores enfrentados en luchas de poder, bien sea exclusivamente dentro del "campo científico" o en interacción con otros actores sociales.

El Espectador publicó una nota, el 21 de enero de 2011, donde se mostraban diferentes versiones sobre la presencia y/o posible origen del mercurio en las aguas de los acueductos veredales Asoporquera y  Aguascalientes; en esta nota opinaron diferentes actores relacionados con la zona, incluyendo expertos, funcionarios y habitantes de la comunidad. Por otra parte, el noticiero City TV entrevistó a algunos habitantes de la zona, como doña Miriam Páez, reconocida líder comunitaria de la vereda Mochuelo Alto, quien aseguró que “ellos no creían en la presencia del mercurio o que si existía era provocado por una acción intencional y sugirió que la comunidad aceptaría los resultados de estudios pero no los realizados por la Secretaría de Salud[1]”. Así pues, la presencia de mercurio, dictaminada mediante pruebas de laboratorio, fue cuestionada desde el inicio por los habitantes de la zona.

La versión experta-médicos, ingenieros químicos y ambientales- está basada en diferentes estudios realizados en la zona, por medio de muestreo del agua de los acueductos y del cabello, orina y sangre de los habitantes de la zona. Estos estudios fueron realizados por el Hospital Vista Hermosa I Nivel y la Secretaría de Salud. A pesar de que los estudios están en fase de elaboración, en entrevista realizada a algunos de los funcionarios del hospital, estos dijeron que en los muestreos de agua el mercurio aparece de forma intermitente, al igual que en sangre, cabello y orina; de tal forma, que los resultados en ambos casos no son concluyentes[2].

La comunidad por su parte, ofrece argumentos basados en otro tipo de experticia, más ligados a sus vivencias en la zona y a la experiencia adquirida en procesos de participación social[3]. Un argumento que apareció con frecuencia, lo expresó Doña Ester al decir que no creía en la presencia del mercurio, puesto que había tomado el agua del acueducto Veredal durante más de veinte años y no había sufrido ningún daño en su salud (este argumento fue compartido por las demás entrevistadas); Clemencia Melo dijo que en el agua no había mercurio y en caso de existir alguien lo habría puesto allí: actores con intereses particulares. La señora Arisnarda Camacho no descartaba la presencia de mercurio, pero compartía las sospechas frente a su origen y a las pruebas dadas por la Secretaría de Salud.

Sobre el papel de la ciencia para resolver controversias, especialmente a través de estudios realizados por instituciones acreditadas, los funcionarios del hospital muestran confianza en estos; proponen como solución a la controversia sobre la presencia de mercurio, realizar más estudios, pero que tengan mayor presupuesto asignado, para de esa forma llegar a una conclusión definitiva. Por otra parte, la comunidad también confía en la realización de estudios, pero pone en juego las relaciones de poder existentes en estos, al pedir que sean realizados por un actor que ellos consideren neutral (lo cual excluiría a la Secretaría de Salud). María Bernarda, de la vereda Pasquilla, aclaró en una entrevista[4] que la detección del mercurio se dio por que la comunidad de Mochuelo Alto solicitó a la CAR un análisis de las aguas del Acueducto Veredal Asoporquera, y los resultados mostraron rastros del metal en el nacedero que lo abastece.

Según Doña Bernarda, la CAR afirmó que el mercurio venía de las fincas de la zona, como consecuencia de la fumigación de los cultivos de papa, y la comunidad culpó a Doña Juana y contrató sus propios estudios(sobre este tema el Hospital Vista Hermosa ha dicho que los únicos laboratorios que pueden medir presencia de mercurio son los de la Universidad Nacional, la Secretaría de Salud o el Instituto Nacional de Salud, y que los demás estudios no tienen validez); también mencionó que la controversia generada por la supuesta presencia de mercurio, tenía que ver con la posibilidad de que la administración de los acueductos veredales le sea quitada a la comunidad; contó incluso que un político, un concejal, había dicho que era la EAAB(Empresa de Acueducto y Alcantarillado de Bogotá) la que debía administrarlos. El riesgo, en este caso, no era únicamente el de la intoxicación por metales pesados, sino el de perder la autonomía en el manejo del agua. Sobre los estudios realizados en la zona, dijo que no eran concluyentes y todo se iba en estudios y más estudios y, afirmó, que el gobierno quería de entrada disculpar al relleno, lo cual solo incrementó el miedo de la comunidad a un posible desalojo, ocasionado por la compra de tierras por parte de la UAESP para ampliar Doña Juana; según su testimonio al menos a 15 familias de la zona rural les han comprado sus tierras con este fin[5].

Don Gabriel Díaz, líder comunitario que ha vivido casi toda su vida en la vereda Pasquilla y hoy se desempeña como Consejero de Participación Local, fue entrevistado el mismo día que Doña Bernarda[6]; sobre el tema del mercurio, empezó explicando las razones de la desconfianza que la comunidad sentía hacia los estudios científicos y los medios de comunicación, citando varios casos donde, a su juicio, se había suministrado información errónea a la opinión pública o se usaba la ciencia en contra de la comunidad. Los casos que mencionó fueron los siguientes: un estudio publicado en el periódico de la Universidad Nacional donde se afirmaba que Ciudad Bolívar estaba en riesgo por los fungicidas aplicados a los cultivos de papa, supuestamente en niveles más altos a los permitidos, pues para él esta información sería tendenciosa, al desconocer que en la zona la fumigación no sobrepasa los estándares, y que en la localidad de Sumapaz son mayores; el caso del uranio de las FARC que supuestamente estaba escondido en Ciudad Bolívar(y resultó ser una falsa alarma); el caso de un supuesto combate entre ejercito y guerrilla que los medios dijeron, estaba ocurriendo en la localidad, pero según Don Gabriel nunca tuvo lugar en la zona; el uso de la protección al medio ambiente en contra de la comunidad, a través de disposiciones que dicen que o bien ciertas zonas ya no son fértiles o que son territorios protegidos y por tanto no pueden ser usados; situación que para él, refleja un desconocimiento de la zona rural por parte de las instituciones, y además un intento para evitar el uso de las tierras por parte de la comunidad, y así poder expandir el relleno y las ladrilleras. Ofreció estos ejemplos para mostrar que no se puede confiar en la información dada por el gobierno, tanto a nivel nacional como distrital, pues según él estos “manipulan y maquillan, incluyendo los estudios”. Sobre el mercurio dijo que el problema era que le querían quitar a la comunidad la autonomía en el manejo de los acueductos, lo cual estaría relacionado incluso con intereses de empresas internacionales, que podrían querer hacer negocio con el agua.

Estas entrevistas muestran que en las mediciones, en este caso de la presencia de mercurio en el agua de un acueducto veredal, hay más en juego que la puesta en marcha de un mecanismo tecnológico para rastrear un metal pesado y cuantificar su presencia. No digo que no exista el mercurio ni mucho menos que no pueda ser medido; no es el estatus ontológico de los metales pesados lo que está en cuestión, sino la construcción del riesgo, a través de mediciones, que se usan para justificar decisiones de política pública, que deberían ser producto del debate público, abierto y democrático, tales como si la comunidad debe o no administrar los acueductos de la zona. Con los estudios científicos ocurre algo interesante, que ya señalaba antes: se da un ciclo de estudios nunca completamente concluyentes, que requieren más estudios confirmatorios, que por supuesto nunca terminan de cerrar las controversias. En estas controversias sin clausura posible mediante mediciones, el cierre de las mismas puede darse por medio de la intervención de uno de los actores sociales involucrados, para cerrarlas de una forma externa al laboratorio. En el caso de la zona rural de Ciudad Bolívar, los intentos de cooptación de la comunidad, por parte de instituciones públicas y privadas(Relleno Doña Juana) a través de diferentes tipos de prevendas y las acciones de movilización social de la comunidad(acciones legales y de hecho), son dos de las formas más comunes de clausura de controversias científicas.
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* Parte de los argumentos esbozados aquí han aparecido en un artículo publicado en la Revista Historik y han sido presentados como trabajos de asignaturas en la Universidad Nacional, pero considero importante que sean conocidos por más personas, a través de medios como este.

[1]http://www.citytv.com.co/videos/304730/dudas-en-los-habitantes-de-mochuelo-alto-sobre-contaminacion-del-agua  y  http://www.elespectador.com/impreso/bogota/articulo-246493-tras-los-pasos-del-mercurio

[2]  Entrevista realizada el 19 de mayo en la sede administrativa del Hospital Vista Hermosa a Rosa Tulia Quintero (trabajadora social), Clara Soler Guerrero (ingeniera ambiental), Eduardo Castillo (ingeniero químico) y Martha Lucía Díaz (trabajadora social)”.

[3] Entrevista realizada el 20 de mayo en la casa de la líder comunitaria Arisnarda Camacho, en la zona rural de Ciudad Bolívar, vereda de Mochuelo Bajo” en la cual participaron además las señoras Ester Sánchez, Clemencia Melo y María Mendivelso.

[4] Entrevista realizada en la vereda Pasquilla a María Bernarda, propietaria de una finca en la zona y además funcionaria del Hospital Vista Hermosa, el día 09 de noviembre de 2011.

[5] Una información recurrente en las entrevistas es que les obligan a vender: el Relleno les dice que acepten el dinero o no les van a comprar, que si no reciben el dinero se los consignan en una cuenta y retiren el dinero o no, el asunto queda arreglado.

[6] Entrevista realizada en la vereda Pasquilla a Gabriel Díaz, líder comunitario, el día 09 de noviembre de 2011.



martes, 10 de enero de 2012

Doña Juana: poder y nominación

En una entrevista realizada en el Hospital Vista Hermosa a algunos de sus funcionarios[1] a inicios del 2011, pregunté la opinión sobre algún asunto relacionado con Doña Juana, pero en lugar de decir “relleno sanitario” dije “basurero”, en parte por descuido en parte como forma de provocación. El resultado fue la inmediata corrección por parte del ingeniero químico Eduardo Castillo, funcionario del área de medio ambiente, quien procedió a explicar que la diferencia entre basurero y relleno consistía en que este último implicaba una disposición técnica de las basuras, mientras en el primer caso estas solamente se arrojaban al aire libre. Después, en una entrevista realizada en la casa de Arisnarda Camacho, líder comunitaria de la vereda Mochuelo Bajo[2], toqué el tema del nombre que se le da a Doña Juana, preguntando específicamente sobre las charlas de sensibilización realizadas por funcionarios del Hospital Vista Hermosa, para explicarles la diferencia entre relleno sanitario y no basurero. Doña Arisnarda dijo que ellos -la comunidad- habían asistido a las sensibilizaciones, por lo general realizadas en la Mesa de Participación Social y Comunitaria[3] y que entendían la diferencia, pero que para ellos Doña Juana era sencillamente un “basurero”, es decir, un montón de basura que huele mal. En otras ocasiones lo llaman simplemente “la Juana”, como forma despectiva de nombrar lo que los amenaza. Doña Arisnarda al hablar de ese lugar y su nombre, señalaba desde la terraza de su casa el Parque Minero Industrial a su izquierda y el Relleno a su derecha, y decía: “estamos cercados”. Esto recuerda el interesante trabajo de Wyne ¿Pueden las Ovejas pastar seguras? donde se asegura que los lugares que generan rechazo y a la vez dependencia en las comunidades, tal como ocurre con Doña Juana, terminan convertidos en lugares "espectrales", es decir, vistos como entes aterrorizantes, que es necesario combatir o aceptar con resignación, rencor y miedo. Esa sensación fue la que me transmitieron las palabras de la líder entrevistada.

En otra entrevista, que hice el 19 de mayo de 2011, les pregunté a los funcionarios del Hospital por qué creían que las personas de la comunidad llaman “basurero” a Doña Juana, a lo cual dijeron que era para expresar su insatisfacción con su presencia en la zona, ya que lo sienten como una amenaza a su salud, a sus tierras, y lo ven como un invasor que incluso los ha obligado a cambiar su estilo de vida, convirtiendo por ejemplo, zonas que eran rurales en urbanas; los funcionarios del hospital también ligan la denominación "basurero" a la presencia de grupos políticos, que según ellos, usan a Doña Juana para hacer politiquería. Es interesante recordar que mientras el basurero es simplemente un sitio donde se arrojan basuras, sin ningún tipo de manejo técnico, el relleno es definido de la siguiente manera: “Un relleno sanitario es una técnica de eliminación de los rellenos sólidos mediante su enterramiento, cumpliendo ciertas normas exigidas por la ingeniería sanitaria. Evitando los malos olores, la presencia de moscas, roedores y gallinazos, mejorando así las condiciones de salud, seguridad pública y medio ambiente tanto durante su operación, como después de terminado el relleno[4]”. Personalmente creo que el debate sobre la denominación de Doña Juana no puede reducirse a un problema de “sensibilización[5]”, a la intención de divulgar entre un público al que se considera inculto una serie de “verdades” científicas, pues como he podido ver en la zona, más que desconocimiento sobre la versión científica de los hechos, lo que existe es un cuestionamiento y rechazo de esta. De cierta forma, para los habitantes de las veredas Mochuelo Alto y Bajo, Doña Juana no cumple con las características de un Relleno Sanitario, y por tanto no se le puede llamar de esa manera.

Esto nos lleva a otros debates, como los efectos de Doña Juana en la salud humana y la agricultura, pues contrastando con la definición citada la comunidad lo considera fuente de malos olores, moscas y vectores de enfermedades(a través de caninos, roedores, aves y las mismas personas que trabajan en el relleno, bien sea como empleados o como recicladores); así mismo, existe otro dato interesante para el debate, que encontré en el portal de internet “cierraelbasurero[6]”, el cual reprodujo la cronología del paro realizado por la comunidad en el año 2005, cuyo inicio se dio por causa de la “resolución 1045 del 2003 del Ministerio de Ambiente, Vivienda y Desarrollo que ordenó el cierre de los basureros a cielo abierto en el país, desde ayer[7]”. Analizando la situación que originó el paro, puede verse que si bien el gobierno diferencia "relleno" de "basurero", decretando incluso la prohibición de estos últimos, para la comunidad Doña Juana, está al mismo nivel de Mondoñedo(basurero ubicado a las afueras de Bogotá y actualmente clausurado) y otros basureros cuyo cierre fue ordenado por el gobierno; el problema, en ese momento, fue que por la clausura de algunos basureros de Cundinamarca, más de 600 toneladas diarias de basura adicionales iban a ser llevadas a Doña Juana, lo que a juicio de la comunidad solo contribuiría a deteriorar sus condiciones de vida.

Más que un problema que puedan resolver los científicos mediante "sensibilizaciones", se trata de una lucha de poder, que toma forma en el proceso de nominación de un lugar específico: doña Juana. No existen, por lo menos desde la posición epistemológica que se asume en los ESC, criterios para definir quien tiene razón, pero si para afirmar que existen en esta controversia, y en otras que tienen lugar en la zona, debates que superan lo técnico e involucran lo político. En este caso, el debate sobre la denominación del lugar, remite a otros debates como el del cierre y traslado de Doña Juana, que los habitantes de la zona rural de Ciudad Bolívar piden desde hace años. Me complace, en ese sentido, oír las intenciones del nuevo director de la UAESP; solo diría que para empezar, antes de decidir cualquier cosa, la alcaldía debería hacer las cosas al derecho e ir a hablar primero con la comunidad de la zona rural, tomándose en serio lo que dice la gente.


[1] Soto Triana J, Marín Osorio E, Aguilar Torres E. 2011. Riesgo y Experticia en la Controversia sobre la Presencia de Mercurio en las Fuentes Hídricas en la Zona Rural de Ciudad Bolívar (Mochuelo Alto y Bajo). En: Revista Historik, Vol. 2 - N°3 julio-octubre de 2011 Ciencia y tecnología. Usos y construcciones del discurso.

[2] Ibíd., pp. 4. Apartes de la “Entrevista realizada el 20 de mayo en la casa de la líder comunitaria Arisnarda Camacho, en la zona rural de Ciudad Bolívar, vereda de Mochuelo Bajo” en la cual participaron además las señoras Ester Sánchez, Clemencia Melo y María Mendivelso.

[3] Dicha mesa integra a la Asociación de Usuarios y al COPACO.

[4] Makyu Ávila, Joseph. 1998. Doña Juana. Un desastre de basuras. En: Revista de la Facultad de Ingeniería de la Universidad Militar Nueva Granada.

[5] Que es como llaman los funcionarios del hospital a las campañas de divulgación que realizan.

[6] Este portal se creó por organizaciones que apoyaban las acciones de la comunidad de Mochuelo Alto y Bajo.

[7] http://www.cierraelbasurero.8m.com/nota_0003_noticia_basura_region.htm
El paro tenía como fin evitar la llegada de más de 600 toneladas de basura desde varios municipios de Cundinamarca, afectados por la disposición de cierre de los basureros.