¿Se necesita de expertos en los altos cargos
públicos?
Aunque en sus 21 años de funcionamiento el Ministerio
de Ambiente ha contado con expertos como Manuel Rodríguez Becerra, esa cartera
parece estar condenada a ser dirigida por abogados, periodistas y ahora
vendedores (Gabriel Vallejo, nuevo ministro de Medio Ambiente, es especialista
en mercadeo). Los ministerios son cargos que, aunque esencialmente políticos, requieren
conocimientos técnicos especializados. Esa realidad se reconoce en ministerios
como Hacienda (no me imagino al presidente Santos escogiendo, por decir algo, a
un especialista en literatura hispánica para elaborar el presupuesto de la
Nación) pero se olvida cuando se trata de carteras como Ambiente, quizá porque
son el “patito feo” del gobierno, o porque nuestros presidentes temen no poder
manejar a su antojo a alguien que realmente sepa del tema. Algo similar pasa en
Colciencias, una entidad que sin ser ministerio es la encargada de orientar la
investigación científica en el país: una especialista en estudios de guerra,
quien reemplaza a una ingeniera industrial, asume su dirección. Y ni hablar de
la desastrosa María Fernanda Campo (también ingeniera industrial) al frente de
Educación durante el primer periodo de Santos.
‘¿Y cuál es el lío?’, lo que importa es que
tengan capacidad gerencial’, podría decir alguien. Ha hecho carrera la perniciosa idea de que no necesitamos políticos sino gerentes, en la medida en que la
política se considera equivalente de la administración. Y claro, nadie puede
negar que decidir los destinos de la salud, la educación, la ciencia o el
medioambiente requiere de habilidades administrativas; sin embargo, como los
países no son corporaciones, los altos funcionarios necesitan de experticias específicas
para tomar decisiones que van más allá de las posibilidades o restricciones presupuestales:
pensar el futuro de las áreas protegidas en el posconflicto o el equilibrio entre
la investigación básica y la aplicada, solo pueden hacerlo bien quienes conocen
las características del medio ambiente colombiano o del Sistema Nacional de
Ciencia y Tecnología, no los “gerentes”. Y, por supuesto, tampoco basta con el
conocimiento técnico; para tomar ese tipo de decisiones es indispensable poseer
una ‘visión política’ del sector (una idea clara de la orientación que quiere
dársele: qué se va a privilegiar y qué no, qué se está dispuesto a negociar y
con quienes, etc.), cosa que se adquiere con la experiencia y que, por lo menos
por sus perfiles, no poseen ni el nuevo ministro de Ambiente ni la nueva
directora de Colciencias.
Lo anterior no implica que los biólogos o los ingenieros
ambientales deban estar frente al Ministerio de Ambiente o que los
científicos (naturales o sociales) deban manejar Colciencias, por lo menos no necesariamente.
Se trata más bien de que esos cargos los asuman personas con un perfil
adecuado: capacidad administrativa, sí, pero también conocimiento técnico y
visión política. No obstante, eso no será posible mientras los ministerios
sean, junto con otros cargos, un simple pago por favores políticos (ya vimos
los malabares que hizo Santos para poder pagar sus cuantiosas
deudas de campaña: a los conservadores, a los liberales, a los costeños y a un
largo etcétera). Y tampoco será posible mientras ciertos sectores (ambiente,
educación, ciencia) sean o el “patito feo” y/o el objeto de intereses tan
poderosos, que sea mejor nombrar a un títere sin perfil que a una persona con
la preparación y la experiencia adecuadas.
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